Por Bala RojaPocos pueden discutir –yo diría que nadie– que Julen Guerrero forma parte de la historia del Athletic por derecho propio. Sus números le avalan en cuanto a partidos jugados con la camiseta rojiblanca y también en lo que a goles conseguidos con la misma se refiere. Pero más allá de las estadísticas, huérfanas por otra parte de títulos, a Guerrero siempre le ha acompañado un halo de fenómeno social que, en mi opinión, ha ayudado a colocarle un poco por encima de lo que merece en el Olimpo de nuestro club.
No hay que olvidar que el fulgurante ascenso de Julen al primer equipo fue algo así como la llegada de los Beatles o los Stones a las radios de la mojigata sociedad de los primeros años 60. Una liberación. La afición del Athletic, añorante de los títulos conseguidos apenas hacía 10 años, vio en el centrocampista al líder que guiaría al equipo de regreso a la senda del triunfo.
Sus primeros años, sobre todo con Jupp Heynckes en el banquillo, fueron primorosos, tanto que los clubes más importantes de Europa se lo rifaban, se decía. Y ahí está una de las claves de por qué a Guerrero se le perdona todo o casi todo aún hoy. Mientras que a algunos les hubiera faltado tiempo para llamar a Mendoza, Berlusconi o Núñez y abandonar San Mamés, Julen dijo no. Inaudito, pensó la afición, acostumbrada desde hacía muchos años a ver marchar a sus estrellas. No sólo no se va sino que firma un contrato para retirarse en el Athletic.
Amor a los colores, cerebro y carteraBonito e inusual gesto, desde luego. Sin embargo, creo que en el fútbol profesional, las decisiones, se vistan como se vistan, se acaban tomando con el cerebro y, más importante, con la cartera. Por eso, y aunque me doliera en el alma, no culpo a Alkorta por irse al Madrid, ni a Zubizarreta por marcharse al Barcelona, como ya hiciera Garay en los cincuenta. Tampoco a Del Horno, cuyo fichaje por el Chelsea se vio hasta como beneficioso, curiosamente.
La decisión del portugalujo no fue una excepción a esos fríos cálculos. Y si me apuran, a la larga resultó un negocio ruinoso para el Athletic, vistos los resultados. Para empezar, se aseguró cobrar unos 300 millones de pesetas hasta el año 2007, si no recuerdo mal, pasara lo que pasara. Será coincidencia, pero el tremendo bajón de rendimiento que experimentó Julen como jugador de fútbol comenzó con la firma de aquel contrato. Y lo que es más importante, creó una dependencia emocional hacia el futbolista que lastró cualquier intento de salida honrosa cuando la competición demostró que no era la estrella que la grada soñaba.
Aquel “¿Qué pasa con Julen?” con que los rojiblancos se saludaban al llegar a su localidad de San Mamés todavía resuena en mis oídos en días como estos, cuando buena parte de las peñas pide que se respeten sus históricos galones para hacer valer un contrato laboral claramente desproporcionado.
Evidentemente, la culpa es de quien se lo ofreció. Y es que resultaba muy desagradable –y sobre todo, impopular– dejar a Guerrero en el paro así, sin más.
Los errores de JulenHasta ahí, el jugador no tiene culpa de nada. El problema es cuando se arroga una posición casi de mito viviente que en mi opinión le devalúa como tal. A través de su página web arremete contra la Junta Directiva por tratar de mala manera a aquel chaval cuya máxima ilusión era vestir la camiseta del Athletic y que dio todo por su club mientras pudo defender sus colores.
No dudo de la profesionalidad de Guerrero en absoluto. Es más, me consta que si alguien se esforzó por jugar en sus años de banquillo –largos y con distintos entrenadores, ojo– fue él. Lo que digo es que, afortunadamente, la historia del Athletic es larga, así como poblada su lista de mitos. Y que yo sepa, Gorostiza, Zarra, Gainza, Rojo, Goikoetxea, Uriarte, Dani y otras glorias que sí lograron hacer grande al Athletic con sus títulos tuvieron una retirada del club mucho más discreta. Ninguno de ellos estuvo por encima de la institución, sino que todos contribuyeron a hacer de ella lo que es hoy. Es algo que Julen, creo, debería aprender.
Me parece miope, en suma, la postura de esas peñas que elevan a Guerrero a la categoría de tótem intocable, dotado del don de la infalibilidad. Pues no, señores: Julen, haciendo valer pura y simplemente lo que su contrato dicta, no está teniendo en cuenta los intereses del Athletic, que es lo que siempre ha defendido. Su relación contractual con el club se debe más a razones sentimentales que al mérito acumulado en la escuela de entrenadores. Y si le molesta que le posterguen a meras funciones representativas, que hubiera pensado mejor lo le podría acarrear apoyar a un candidato (Ercoreca) a las elecciones del club.
Es más, el mismo día en que accedió Macua al sillón de Ibaigane pudo suponer que su estatus en Lezama corría peligro. Cabe suponer que, como persona inteligente, Guerrero lo veía venir. ¿O no? Esto sería mucho más grave sin duda, pues significaría que se considera por encima del bien y del mal. Y encima, con el beneplácito del público.
Lo mejor para Julen, que no necesita el dinero y puede permitirse por tanto gestos caballerosos, y para el club sería que volviera voluntariamente a casa a la espera de una nueva oportunidad. Un futuro regreso al Athletic debería venir acreditado por su experiencia en los banquillos o por una elección más acertada de candidato a la presidencia, en su casa. El club necesita trabajadores, profesionales en la formación de jugadores que surtan al primer equipo, porque parásitos ya tiene unos cuantos y Julen, con todo, no es ni de lejos el mayor de ellos.